miércoles, 22 de agosto de 2012

Búsqueda

Pasó el tiempo y no estuve solo.
                          Pablo Neruda.
                                    

Escribo para que mi voz
se escuche 
entre tanta confusión 
de sonidos, 
de llantos 
casi perpetuos.


Escribo para encontrarte
y encontrarme,
para creer en las salidas
que las guerras ocultan.

Escribo por impaciente,
por el temor
a la violencia en punta
que roza mi corazón
y tu alma
sin poder destruirnos.

Escribo para enfrentar las soledades
que se venden a mansalva
como máscaras copiosas
y elegantes.

Escribo porque en cada palabra
arrancada del dolor
está la unidad necesaria,
el vacío a llenar de solidaridad.

Escribo con mi puño
y tu letra
y tu alegría
y mi ilusión  
desprendida de bronca.

Escribo con la urgencia del mundo,
con la esperanza que se niega a caer.

Escribo además,
por sobre/ante todo
para que nos animemos
a buscar 
la verdadera libertad.

jueves, 9 de agosto de 2012

Adultos


Los niños son personas. Son personas pequeñas con almas perfectas que todavía no las han hecho esclavas.
Gerry Spence.

Es una mezcla entre lógica y mentira, y recién ahora me doy cuenta. La lógica hay que descubrirla y la mentira siempre está a la vista. ¡Qué estupidez! Ahora caigo, pero sí… ¿Cuántas veces había escuchado esa palabra?
Nunca me había provocado nada, pero cuando la escuché de la boca de la vieja de la esquina, me cayeron las fichas. ¡Qué palabra de mierda! Se me revolvió el estomago provocándome una náusea de esas que no tienen desenlace.
La palabra quedó resonando en mi cabeza, no sé cuanto tiempo hasta que pude reflexionar. ADULTO. Ser adulto. Es una palabra rara. Creo que nunca me había gustado, quizás una vez, cuando escuché que mi vieja le contaba a mi tía que habíamos ido al médico y que yo me había comportado como un adulto. No se bien qué quiso decir, pero me pareció un halago o algo positivo en mi conducta digno de ser reconocido.
Pero cuando escuché a la vieja de la esquina “sugerirle” a un nene que iba haciendo jueguitos con su pelota y sin querer pisa una planta, que se comportara como adulto, que eso no se hace y qué se yo cuantas cosas más, recién  ahí me caen las fichas… porque… ¿qué tenía que ver…? Absolutamente nada…
Adulto (según el diccionario) quiere decir llegar a un estado de perfección, a un estado ideal.
Entonces recordé las veces que me habían dicho que tenía que ser adulto, o lo que es peor, que ya era adulto.
En la muerte la palabra adulto siempre aparece, todos están de acuerdo en que el pequeño que acaba de perder al padre va a tener que ser adulto, crecer de golpe, como si la muerte hiciera a uno ser más grande. Lo que hace la muerte es llenar a la gente de miedo, bronca, tristeza y millones de sentimientos más que en nada se le acercan a crecer, a ser adulto y mucho menos a un estado de perfección.
¿Y en la escuela? cuando después de hacer un chiste una profesora te dice que madures, que es hora de ser adulto ¿en qué piensa? No se da cuenta que el estado ideal es el que se disfruta, el que te puede empujar a la risa independientemente de tu vida y tu realidad, que uno debe comprometerse con lo que hace sin abandonar su forma de ser, que las estructuras rígidas se caen sin darnos cuenta como caen las hojas de los árboles en otoño por cuestiones naturales y que el hombre (aunque no lo aproveche) tiene la capacidad de ir mas allá; más aún, el día que al parecer de mi vieja me había comportado como adulto, tenía razón, porque ese día fui un tarado, porque no me moví, me quedé callado cuando quería gritar, respondí a todo afirmativamente de manera automática y no me animé a decirle al médico que no tenia nada, que mentía, que me hacía el boludo para no ir al colegio…Entonces adulto no era perfección, era mentir, ponerse caretas de acuerdo al lugar, era sentir, vivir y sufrir como todos lo esperaban, querer lo mismo que todos, ser simplemente parte de los demás.
Me sentí defraudado y sobrepasado por la angustia, estaba condenado como todos, con la diferencia que lo sabía y eso empeoraba las cosas, fue ahí cuando la rabia empezó a fluir con una intensidad desbordante, apreté el puño y azoté la pared, pero la rabia no desapareció, y el dolor tampoco y entonces me resultó imposible contener el llanto, hasta que por fin exploté y lloré tendido en la cama como un niño que por nada del mundo quiere ser adulto.