jueves, 13 de diciembre de 2012

Las Justicias


Parece que la injusticia tiene en nosotros más abrigo que la justicia. 
Pero yo me río, y sigo mi camino.
                                                     Manuel Belgrano.

Si el hombre fracasa en conciliar la justicia y la libertad, fracasa en todo.
   Albert Camus.

 
Los diccionarios hablan y las personas acatan de acuerdo a sus necesidades, a sus miedos y a sus miserias.
“La justicia se ocupa en sí del apropiado ordenamiento de las cosas y personas dentro de una sociedad”.
Todas las sociedades y la nuestra en particular, buscan una justicia que suele ser esquiva. La justicia tal cual la conocemos no es otra cosa que la herramienta formal y establecida por un sistema perverso y mezquino que se dedica a mantener las condiciones de explotación y privilegios en su máxima expresión.
La sociedad, en todas sus formas estables, se compone de una minoría armada, dominado a una mayoría desarmada. Goza la minoría, ya del hacer, ya del oro, ya de la confianza de los dioses, del poder supremo.
La mayoría se sostiene gracias a un extraño e implacable furor de vivir, de tener y de desmerecer a los desposeídos.
Las relaciones entre la minoría y la mayoría son asesoradas por los jueces, que pueden considerarse tenedores de libros de la casa, de visiones sesgadas. Esos últimos empleados se enteran de los asuntos pendientes, y reciben de la minoría las instrucciones y la autoridad necesarias para revelarlos. El pacto celebrado entre la minoría y los jueces es la ley.
Rápidamente crece el fuerte nexo que existe entre las palabras justicia-libertad-dinero. Es en este último analizador en donde encuentro el anclaje y el motor fundamental de todas las INjusticias preestablecidas. En uno de sus ensayos el sociólogo Zygmunt Bauman define al poder como la posibilidad concreta que tiene cada persona para disfrutar de su libertad, ¿quizás por eso el relato de personas sin grandes recursos económicos es inválido, sin posibilidad de ser libre?
La ley se establece para conservar y robustecer las posiciones de la minoría dominante; así, en los tiempos presentes, en que el arma de la minoría es el dinero, el objeto principal de las leyes consiste en mantener inalterables la riqueza del rico y la pobreza del pobre, los placeres de unos en oposición a los dolores de los otros. Llega el instante de que la idea de justicia nazca porque la ley, que favorece al poderoso, habría de parecer justa al poderoso, y al humilde, injusta.
Sin embargo, nace la idea en sentido contrario: el poderoso encuentra la ley todavía estrecha a su deseo, ya que él mismo la dictó y es capaz de hacer otras nuevas, y el humilde se conformaría con que la ley se cumpliera como se dice y no como se hace.