sábado, 20 de abril de 2013

Destino

"No olvides tu historia ni tu destino"
                                         Bob Marley.
No está más, y no entiendo por qué.
Desapareció, como van desaparecen las cosas que uno quiere, las que hacen bien, esas en las que no hace falta ponerse a  pensar para saber que las va a extrañar.
La última mirada, esa que se cuela en el fondo de cada momento sublime por el que transito, y transitamos.
 Porque se sigue transitando a pesar de todo, con el peso del alma en nuestra espalda susurrándonos crudamente nuestros errores. Entonces lloramos y descubro que hay que tener coraje y ser fuerte, para transitar y para no hacerlo también.
 En realidad para todo hay que tener coraje. Y valor. No nos olvidemos del valor. Aunque no parezca, es fundamental. Porque te da la pauta de un pobre pensamiento de  auto-conservación, y te sacude. Y ahí vas y te mandás. Nada más, punto.  Que sea lo que tenga que ser. Y explota aunque no sabés qué y se funde con todos los sentimientos que se pueden contener en  la amargura y el odio, pero no alcanza y te desbordás. Llegan las lágrimas, conseguís algún abrazo y volvés  a romper en un llanto furibundo y amarillo, como de plástico.
Aunque antes estuviste inmóvil, abrazado al viento y pidiendo a gritos libertad, fueron como dos horas para decidirte. Porque el miedo también juega. Tiene un papel más que importante. Se encarga de casi todo lo poco que te queda. Va silencioso y casi no se nota, porque nadie lo quiere pero nadie puede escapar de él, entonces es un problema porque está y te carcome día a día, minuto a minuto, pero nadie se hace cargo pero está ahí, como el sol en la noche y el odio en lo que parece amor.
Entonces se sigue… mintiendo, escapando, extrañando, esquivando, mandándose y sobre todo teniendo mucho miedo. Por que sabés que se termina, tarde o temprano se termina y no hay más nada, o sí, pero vos no sabés, entonces el coraje y el valor queda reducido otra vez al miedo, ese que de golpe aceptás y lo enfrentás con la certeza de una agonía segura, porque ya perdiste muchas cosas y por mas que seguiste y que algunas batallas ganaste [o por lo menos  creíste haberlas ganado] en el fondo, muy en fondo, pegado al coraje y al valor no hay más remedio que seguir siendo cobarde contra nuestra voluntad, para a pesar de todo, seguir perdiendo.