Bob Marley.
Desapareció, como van desaparecen las cosas que uno quiere, las que hacen bien, esas en las que no hace falta ponerse a pensar para saber que las va a extrañar.
La última
mirada, esa que se cuela en el fondo de cada momento sublime por el que
transito, y transitamos.
Porque se sigue transitando a pesar de todo,
con el peso del alma en nuestra espalda susurrándonos crudamente nuestros
errores. Entonces lloramos y descubro que hay que tener coraje y ser fuerte,
para transitar y para no hacerlo también.
En realidad para todo hay que tener coraje. Y
valor. No nos olvidemos del valor. Aunque no parezca, es fundamental. Porque te
da la pauta de un pobre pensamiento de auto-conservación,
y te sacude. Y ahí vas y te mandás. Nada más, punto. Que sea lo que tenga que ser. Y explota
aunque no sabés qué y se funde con todos los sentimientos que se pueden
contener en la amargura y el odio, pero
no alcanza y te desbordás. Llegan las lágrimas, conseguís algún abrazo y volvés a romper en un llanto furibundo y amarillo,
como de plástico.
Aunque antes
estuviste inmóvil, abrazado al viento y pidiendo a gritos libertad, fueron como
dos horas para decidirte. Porque el miedo también juega. Tiene un papel más que
importante. Se encarga de casi todo lo poco que te queda. Va silencioso y casi
no se nota, porque nadie lo quiere pero nadie puede escapar de él, entonces es
un problema porque está y te carcome día a día, minuto a minuto, pero nadie se
hace cargo pero está ahí, como el sol en la noche y el odio en lo que parece
amor.
Entonces se
sigue… mintiendo, escapando, extrañando, esquivando, mandándose y sobre todo teniendo
mucho miedo. Por que sabés que se termina, tarde o temprano se termina y no hay
más nada, o sí, pero vos no sabés, entonces el coraje y el valor queda reducido
otra vez al miedo, ese que de golpe aceptás y lo enfrentás con la certeza de
una agonía segura, porque ya perdiste muchas cosas y por mas que seguiste y que
algunas batallas ganaste [o por lo menos
creíste haberlas ganado] en el fondo, muy en fondo, pegado al coraje y
al valor no hay más remedio que seguir siendo cobarde contra nuestra voluntad,
para a pesar de todo, seguir perdiendo.