"La noche tiene la forma de un grito de lobo"
Alejandra Pizarnik.
Escucho un grito. Es un fuerte grito oscuro con cierto
destello de amargura.
Todo (o casi todo lo que creo conocer) parece diluirse en ese
sutil grito que cubre la realidad con una magnifica evocación. Es el colchón
perfecto como de violines desafinados que adornan la suave y tenue penumbra de
una noche testaruda.
Una mujer petrificada junto a un viejo árbol parece clavar su
mirada en mis ojos, pero al correrme noto que sus ojos no hacen más que
penetrar en el infinito de un horizonte inalcanzable.
Todo es negro, melancólico, triste. Y el grito es inagotable,
duradero, profundo. Cada vez hay más oscuridad y el grito cada vez es más
desgarrador. Intento escapar sin poder
moverme mientras con un fantasma gris que tiene el rostro de un ángel. No me pregunten
cómo pero puedo reconocer de manera certera esas dos rarezas en términos de
cordura. Con un brusco movimiento en el aire, creo soltarme de una fuerza
invisible que presiona. Zafo y prendo un cigarrillo que se consume velozmente
sin darme lugar ni siquiera a un fugaz goce.
Tiemblo y la confusión se apodera violentamente de mí.
La penumbra a esta altura ya es total.
Vuelvo mi cabeza hacia atrás y veo frágiles rostros que
combinan perfectamente una serenidad abrumadora con un sesgo de maldición terrorífico.
Estoy en algún lado conocido y olvidado en donde
(extrañamente) la memoria me domina y la amargura me invade. Estoy perdido en
el pasado, lidiando con las torturas de todo lo que puedo recordar, con las pérdidas
que impone de manera autoritaria la vida,
con las desdichas de mis acciones, con la agonía de un amor perdido.
En el medio del paisaje aturdidor vuelvo a ver a la mujer.
Está llorando y el grito es de ella. Mi cuerpo sangra. No sé por qué pero mi
cuerpo sangra y parece mutilado por la acción inviolable y cruel del tiempo, de
sus marcas precisas, de su descomposición inapelable.
Un libro se posa en mis manos y me calmo sintiendo un fuego
en el pecho.
La mujer otra vez está ahí con su grito. No logro reconocer
su rostro pero de alguna manera identifico a esa mujer con mi madre, con su
grito perdido en el vació que pide desesperada una ambulancia para su hijo.
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