La juventud es feliz porque es ciega: esta ceguedad es su grandeza: esta inexperiencia es su sublime confianza.
¡Cuán hermosa generación la de los jóvenes activos!
José Marti.
Los jóvenes en las calles sacuden al
mundo. Inquietan. Conmueven. Llenan de interrogantes. Despiertan miedos al
tiempo que van tajeando con libertades nacientes las grietas del sistema.
Destrozan certezas con su paso danzante mientras rapean "no tengo mucha plata
pero tengo cobre aquí se baila como bailan los pobres".
Echan luz con el
desparpajo de los años sobre el camino calcificado por adultos que tejieron un
mundo que desprecian. Hoy es Chile como
ayer y mañana Francia, Túnez, Inglaterra, Libia, Argentina, Egipto o Puerto Rico.
La vida
es hoy. El futuro llegó a mí. Es subirse al puente de la insurrección o
quedarse a esperar que la vida transcurra.
Que los jóvenes estudiantes salgan a las calles y arremetan con su
rebeldía descarnada, que griten que quieren hoy su porción de futuro y no en un
mañana inasible y lejano, nació de semillas que fueron asomando desde las
entrañas de la tierra.
La prosperidad capitalista deja demasiados heridos.
Cicatrices que no cierran.
Lujos que tienen contracaras de violencia.
Una
violencia que desnuda hambrientos,
desposeídos,
saqueados.
Jóvenes aquí y allá lanzan su
insurrección al viento. Se alzan, ganados por la desilusión y el hastío de un
mundo que no eligieron. Que sienten que no les pertenece. Que es necesario
destruir y sabotear para empezar de nuevo...y hoy asoman sus cuerpos con la
certeza de que cada corazón es una célula revolucionaria, que hay que sacudir
el sopor del aplastamiento. Y con la convicción de que apenas son la mecha que
–el tiempo lo dirá- podrá encender la historia.
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