viernes, 12 de octubre de 2012

Encuentros



El humor no debe ser risa. Sí, sonrisa. Y, de ser posible, llanto amargo. 
                                                                        Roberto Fontanarrosa.
Si uno los ve, no parecen nada del otro mundo. Toman cerveza y fernet (mucho) y hablan pavadas como cualquiera. Inclusive, más que cualquiera porque suelen exagerar todo.
Pero si uno los escucha, descubrirá algo raro: hablan pavadas, pero nunca de dinero. Y si el tema fueran las mujeres, como al descuido aparece la dulzura.
Los recuerdos y anécdotas del pasado son recurrentes en sus diálogos. La política. El país. El fútbol, aparece y siempre con euforia. Y no es que alguno de ellos juegue bien. Sencillamente, hablan de cosas que de una u otra manera les generan placer. No parecen nada del otro mundo y no lo son. Tienen la extraña virtud, apenas, de lanzarse a compartir sin excusas ni lamentos. Y de hacerlo por nada y para nada. Tal vez, hasta lo hagan para nadie.
Uno los ve ahí, fumando como locos, sentados en cualquier bar. Se ríen, las copas van y vienen, afuera late la noche. Ellos, igual, no miran sus relojes. Y alguno ni lleva reloj.
Pierden casi siempre. Pero cuando ganan, vale la pena. Porque lo que consiguen es para compartir.
Uno los ve allí, juntos. Llevan largo rato en el mismo sitio. Cuando lleguen a casa sus hijos estarán dormidos y su mujer, despierta. Con seguridad los va a retar. Sin embargo, ellos siguen allí. Hablan, aunque también pueden callar. No necesitan del sonido de su voz para sostenerse. A ellos los sostiene una voz interior. Una vocecita que les dice: “Por aquí. Por aquí”. A veces, la escuchan.
Si de pronto se enojan es porque les duele el mundo. La indiferencia les parece imposible. Ellos saben que la indiferencia es la principal enemiga de la vida.
Y aunque el mundo no les dé importancia y ellos tampoco se la den a sí mismos, la tienen. El mercado y la tele, en tanto, venden otra cosa.
Los muchachos están solos en el bar y conversan. La ciudad, afuera, duerme. La luz entera depende de ellos, de ellos dependen las desdichas y el amor, pero ellos siguen conversando, simplemente.
Aunque antes, piden otra botella.

1 comentario:

  1. Què bueno Ariel, que escribas sobre "Lo cotidiano", lo de todos los dìas,aquello que a veces no se le dà importancia, pero que "tanto dice"està en saber poner esa oreja verde, de la que habla Gianni Rodari, esa oreja de la escucha...Felicitaciones

    Cristina (ex vecina de Villa Constituciòn, de tu casa de la infancia)

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