martes, 23 de octubre de 2012

Carolina y el sur


Toma el vuelo regreso a casa
Con la ilusión de ver el sur
Pues en verdad no lo hizo
Por que ya estaba en él.
César Sáenz

Quiero decir, 
cierta manera de caminar, 
como si todo el tiempo 
este esperando recibir una sorpresa, 
una fuerte y miserable manera 
de perder el tiempo, 
de llenar un cuadernito 
como si fuera testigo quién sabe de qué. 
Una manera italiana de amar, 
de enojarse cada vez como si fuera la última 
para de repente mostrar su bondad con cierta parsimonia.
Ella es triste. 
Ella no está triste; 
uno puede preguntarle qué le pasa 
y ella responde “soy triste” y se ríe iluminada.
Extraña sensación de ascensor 
o de túnel. 
El sur es eso, 
lo que no cambia, 
la incrédula esperanza de luz, 
las luces de un cruce lateral 
que pueden confundirse con la salida del túnel, 
con el sol al final del túnel o el vértigo del ascensor.
Carolina dice que el sur es mañana, 
la mentira del mañana constante…
la tibia promesa de un mañana mejor.
Sus monólogos sobre el sur
 aparecen y desaparecen intermitentes. 
No hay manera de entender 
esos monólogos de Carolina, 
los personajes aparecen y desaparecen. 
Los personajes son siempre los mismos, 
públicos o privados, 
pero difieren en detalles sutiles 
y de nuevo no son los mismos, 
y el detalle sutil es la muerte
o simplemente el olvido.

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