sábado, 3 de noviembre de 2012

9N89


La ley básica del capitalismo es tú o yo, no tú y yo.
Karl Kraus



Veo las propagandas que hablan del 8N como un hito de lucha atravesado por Internet y glamour que genera inevitablemente un poco/mucho de risa por la imposibilidad que les da a los manifestantes de pensarse autónomos, por las consignas que piden libertad desde la adoración ingenua de los modelos sociales establecidos por las clases dominantes, los ídolos atravesados por el individualismo y la sumisión ante las opiniones de los medios con mayor poder. Sin embargo no son el glamour o la tecnología, las frases vacías de significados reales o los valores que se pregonan las cosas que más me molestan; el disgusto y la bronca aparecen por el olvido y el desprestigio del acontecimiento más relevante (en mi opinión) de los últimos 25 años, lo que podríamos llamar 9N89 de acuerdo a la nueva forma de nombrar los personajes o la realidad.
Por suerte tengo la fortuna de conocer a varias personas que me permiten reflexionar sobre las posibilidades que se perdieron y los errores cometidos, personas que no dejan de soñar con un mundo más justo en donde las preocupaciones están lejos de las casas quintas o los autos último modelo.
Por un momento tengo miedo, pánico de caer en el olvido y en la más inconsciente reproducción de las condiciones sociales que nos llevan a sumergirnos en la miseria del mundo.
No podemos dejar de reconocer que la caída del muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989 tuvo un doble efecto: desbarató el mundo bipolar surgido tras la segunda guerra mundial, lo que produjo a corto plazo un fortalecimiento geopolítico y militar de los Estados Unidos; y también dinamitó la subsistencia de aquel imaginario emancipador que suponía posible edificar modelos de sociedad alternativos al capitalismo.
Por entonces yo tenía solo 6 años y a lo lejos siento una de mis utopías desechas, porque lo que podía haber desembocado en un debate fructífero en torno a formas de socialismo mas democráticas y respetuosas de las diferentes morfologías nacionales, derivó en una mayúscula vigorización del consenso del gobierno neoliberal que gobernó la conciencia de representantes (vulgares en su mayoría) y representados desde entonces.
Hoy lamentablemente, y con una velocidad asombrosa (que asusta mucho) se levantan constantemente en nuestra sociedad muros invisibles  (porque todos prefieren no verlos) como la pobreza, el hambre, el deterioro de las instituciones más valiosas y la falta de respeto y solidaridad para con el otro, que nos desintegran y nos sumergen en el fondo de un sistema al cual la perversidad ya le queda chica.
En ello reside el mundo que emergió tras la caída del muro, un mundo que nos va a llevar bastante tiempo hacer comunitariamente inteligible para todas las clases para convertir el impulso insurreccional emancipatorio que integra aún nuestra condición humana, en heredero de las viejas revoluciones.
                                                                                                                        

1 comentario:

  1. Siempre hay muros, no tendría sentido que existiesen si hay un infierno con nuestros miedos mas profundos..Por eso el cemento, el revuelto y los ladrillones no son tan caros a comparación de la inflación.

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