martes, 27 de noviembre de 2012

Una satisfacción oculta


“El primer beso es mágico, el segundo íntimo y el tercero rutinario”
                                                                             Raymond Chandler
El hombre escapa a sus recuerdos fundiéndose en un olvido forzado. Recorre las calles, meditabundo busca una señal que lo libere del miedo que lo apresa. Se ríe sutilmente mientras rememora lo que lo hacía feliz, lo que no sabe por qué perdió.
De pronto siente culpa y exhala hondo un suspiro que le devuelve cierta tranquilidad. Sigue caminando y clava la vista en un horizonte lejano. Vuelve a regodearse con su presente. Ese presente instalado tozudamente en su vida. Ese presente seguro y agradable que todos alguna vez le desearon.
Camina mas lento y de golpe, al llegar a la plaza, se tira en un banco invadido por una fatiga aguda, estira su cuerpo haciendo sonar hasta el último hueso y prende un cigarrillo. Aspira una onda pitada y despide el humo negro de su boca lentamente, como si de a poco expulsara lo más detestable de su alma. Una lágrima escapa de su rostro mientras maldice el aire que lo rodea. Se incorpora de golpe mientras chupa fuertemente por última vez el cigarrillo.
Entre las sombras se percibe que una chica se acerca, es una mujer joven, aparentemente mucho más joven que él. Se aproxima suavemente con una sonrisa sostenida y una complicidad tierna. Al estar frente al hombre le sonríe de manera más pronunciada y estrecha sus labios carnosos con los de él.
El hombre mira a su alrededor, inspecciona eficazmente y corrobora que no hay nadie cerca, destila una mueca de satisfacción mientras prende otro cigarrillo y se entrega a los brazos de la joven para escapar de su dolor, de las rutinas gastadas, de una vida a la cual deberá volver en dos horas, condenándose con su propia culpa, para volver una y otra vez a sumergirse en una felicidad perdida.

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