"El motor de la historia es la lucha de clases"
Karl Marx.
El odio es
una emoción de profunda antipatía, rencor, disgusto, aversión, enemistad o
repulsión hacia una persona, cosa, o fenómeno, así como el deseo de evitar,
limitar o destruir el objeto odiado. Por
ser emoción no se puede evitar, está ahí en consonancia a nuestras
creencias y valores.
Desde
que las Fuerzas Armadas han perdido su peso para intervenir en los momentos
adecuados para restablecer el equilibrio del poder en beneficio de los sectores
tradicionales, son los medios dominantes los que cumplen la tarea de erosión y
desgaste; se horrorizan porque la sociedad está dividida obviando las
divisiones más violentas que en esta generan.
¿En
qué momento cualquier sociedad vivió en completa armonía? Si alguien encuentra
la respuesta, en beneficio propio seguro la arrojará al vacío.
Es
innegable que estamos en un mundo de exclusión donde aquel que excluye se
refugia -principalmente- en su posición económica.
Aquel
es gordo, aquel negro, drogón, alcohólico, gay, aquel tiene un “jean trucho”,
no tiene zapatos, vive allá…¡¡¡CUIDADO!!!
El
poder y sus representantes hablan de armonía, consenso, diálogo, de un mundo
basado en la justicia y no como en realidad sucede en la apropiación y el
despojo.
Y este poder el que puede, presumiblemente envenenar a Mariano Moreno, fusilar en Navarro a Manuel Dorrego, desterrar a San Martín, Rosas y Artigas, asesinar a Monteagudo, escribir ¡Viva el cáncer! sobre la enfermedad de Evita, bombardear Plaza de Mayo, proscribir a Perón, ocultar y vejar el cadáver de Eva Perón, atacar con agravios al Doctor Alfonsín, fusilar en los basurales de José León Suárez, aplicar el terrorismo de estado y sembrar el territorio de campos de concentración. Todo en nombre de combatir a los que odian.
Y este poder el que puede, presumiblemente envenenar a Mariano Moreno, fusilar en Navarro a Manuel Dorrego, desterrar a San Martín, Rosas y Artigas, asesinar a Monteagudo, escribir ¡Viva el cáncer! sobre la enfermedad de Evita, bombardear Plaza de Mayo, proscribir a Perón, ocultar y vejar el cadáver de Eva Perón, atacar con agravios al Doctor Alfonsín, fusilar en los basurales de José León Suárez, aplicar el terrorismo de estado y sembrar el territorio de campos de concentración. Todo en nombre de combatir a los que odian.
Arturo
Jauretche, con la profundidad que lo caracterizaba, escribió: “Ignoran que los
pueblos no odian, odian las minorías, porque conquistar derechos provoca
alegría, mientras perder privilegios provoca rencor.”
Las
sociedades desiguales engendradas por el sistema capitalista multiplican los
escenarios de conflicto y habrá que observar el devenir de estos procesos para
desentrañar las claves, que permitan a las acciones colectivas romper con el
aislamiento y la atomización para encaminarlas en sentido genuinamente
transformador de realidades que además de la irritación deberían también
despertar la solidaridad.
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