“No hay
mejor maquillaje que la penumbra que brinda un boliche”
Roberto Fontanarrosa.
Bajo ningún punto de vista se puede
negar la maligna influencia que ejerce el perverso sistema capitalista sobre
cada uno de nosotros, a tal punto que, uno ya ni siquiera puede expresar libre
y abiertamente sus gustos, porque hasta los gustos hoy en día están
determinados por los modelos sociales que el capitalismo y toda su parafernalia
consumista impone con total impunidad.
Si no es así ¿Cómo se explica que
cualquiera de nosotros tenga que dar maratónicas explicaciones para justificar
que no le gusta mc’donals? ¿O acaso de dónde salió que Valeria Mazza es la
mujer más linda o que Iván De Pineda tiene facha? ¿Por qué nos impulsan a
realizar dietas si se sabe que no hay nada más lindo y placentero que comer?
Por eso, y no por otro motivo es que
El Flaco se tuvo que defender. Seguramente el sabía que tarde o temprano
alguien lo iba a ver, más si tenemos en cuenta que los muchachos estaban en el
boliche ese día, y sobre todo que estaba Piti, y eso era lo más grave para el
Flaco, porque Piti tiene una especie de sexto sentido se podría decir, un
instinto que siempre le permite estar en el lugar y el momento indicado para
ser testigo de algún acontecimiento en donde el protagonista principal no suele
tener grandes motivos para golpearse el pecho. Esto está científicamente
demostrado desde el mismo momento en el
que Piti fue testigo de la cita en el cine de Murfi para ver Titanic, del sapo reventado del
Cabezón o “la piojo” de “el gran concejal.
Que se entienda y que quede claro
que nadie discrimina ni nada, sino que es el sistema el que lo hace y restringe
nuestros deseos más profundos, coartando nuestra libertad de elegir lo que nos
parece correcto; y por eso El flaco se defendió. También hay que reconocer que
Piti fue maldito porque esperó que estemos todos para preguntarle al Flaco quién
era la gorda, (porque así le preguntó el guacho de Piti) como para encerrarlo
bien encerrado, y entonces al Flaco no le quedó otra que defenderse de Piti y
del maldito sistema capitalista que nos impone lo que es bello y lo que no,
subestimando nuestra inteligencia y reprimiendo nuestros sentimientos; por eso
el Flaco puso cara de poker y encogiendo los hombros preguntó él mismo ¿Qué
gorda? con un poco de indignación y mucha más calentura, pero Piti fue incisivo
y constante y siguió… que la gorda con la que bailabas en la pista y después le
compraste un trago y que te apretabas en el patio y qué se yo cuántos datos más
que acorralaron al Flaco y lo obligaron a contraatacar con un sobrio e ingenuo:
AHHHHH, Sofía decís vos, y en legítima defensa agregar…la grandota.
Al escuchar al Flaco y con pleno
conocimiento de las aptitudes de belleza de la mujer en cuestión, todos amagaron
a romper en una violenta carcajada, sin embargo nadie lo hizo, porque todos
comprendieron que lo que uno hace vuelve, y aunque cada tanto alguien hace una
solapada mención a la grandota del Flaco, nadie lo hace de manera exasperada,
porque el capitalismo de manera sutil y opresiva, obliga a cada uno de nosotros
a mantener en silencio a más de una conquista.
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