martes, 12 de junio de 2012

Legítima defensa


“No hay mejor maquillaje que la penumbra que brinda un boliche”
                                                                     Roberto Fontanarrosa.

Bajo ningún punto de vista se puede negar la maligna influencia que ejerce el perverso sistema capitalista sobre cada uno de nosotros, a tal punto que, uno ya ni siquiera puede expresar libre y abiertamente sus gustos, porque hasta los gustos hoy en día están determinados por los modelos sociales que el capitalismo y toda su parafernalia consumista impone con total impunidad.
Si no es así ¿Cómo se explica que cualquiera de nosotros tenga que dar maratónicas explicaciones para justificar que no le gusta mc’donals? ¿O acaso de dónde salió que Valeria Mazza es la mujer más linda o que Iván De Pineda tiene facha? ¿Por qué nos impulsan a realizar dietas si se sabe que no hay nada más lindo y placentero que comer?
Por eso, y no por otro motivo es que El Flaco se tuvo que defender. Seguramente el sabía que tarde o temprano alguien lo iba a ver, más si tenemos en cuenta que los muchachos estaban en el boliche ese día, y sobre todo que estaba Piti, y eso era lo más grave para el Flaco, porque Piti tiene una especie de sexto sentido se podría decir, un instinto que siempre le permite estar en el lugar y el momento indicado para ser testigo de algún acontecimiento en donde el protagonista principal no suele tener grandes motivos para golpearse el pecho. Esto está científicamente demostrado desde el mismo  momento en el que Piti fue testigo de la cita en el cine de Murfi  para ver Titanic, del sapo reventado del Cabezón o “la piojo” de “el gran concejal.
Que se entienda y que quede claro que nadie discrimina ni nada, sino que es el sistema el que lo hace y restringe nuestros deseos más profundos, coartando nuestra libertad de elegir lo que nos parece correcto; y por eso El flaco se defendió. También hay que reconocer que Piti fue maldito porque esperó que estemos todos para preguntarle al Flaco quién era la gorda, (porque así le preguntó el guacho de Piti) como para encerrarlo bien encerrado, y entonces al Flaco no le quedó otra que defenderse de Piti y del maldito sistema capitalista que nos impone lo que es bello y lo que no, subestimando nuestra inteligencia y reprimiendo nuestros sentimientos; por eso el Flaco puso cara de poker y encogiendo los hombros preguntó él mismo ¿Qué gorda? con un poco de indignación y mucha más calentura, pero Piti fue incisivo y constante y siguió… que la gorda con la que bailabas en la pista y después le compraste un trago y que te apretabas en el patio y qué se yo cuántos datos más que acorralaron al Flaco y lo obligaron a contraatacar con un sobrio e ingenuo: AHHHHH, Sofía decís vos, y en legítima defensa agregar…la grandota.
Al escuchar al Flaco y con pleno conocimiento de las aptitudes de belleza de la mujer en cuestión, todos amagaron a romper en una violenta carcajada, sin embargo nadie lo hizo, porque todos comprendieron que lo que uno hace vuelve, y aunque cada tanto alguien hace una solapada mención a la grandota del Flaco, nadie lo hace de manera exasperada, porque el capitalismo de manera sutil y opresiva, obliga a cada uno de nosotros a mantener en silencio a más de una conquista. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario